martes, 24 de noviembre de 2009 | |

Más difícil que conseguir una entrada* pa´un Caracas-La Guaira

(*que no sea revendida)

Olvídense de frases tipo: más difícil que llueva pa´rriba; más difícil que metan preso a un choro; más difícil que la Asamblea Nacional no obedezca al presidente, etc. No señor, a partir de ahora la frase más adecuada para describir cosas cuasi imposibles será la que sirve para titular este post. ¿Por qué? Porque actualmente no hay en el mundo, por lo menos en el mío, cosa más difícil que conseguir, al precio estipulado, una entrada para un clásico capitalino –no hablemos, por favor, de un Caracas-Magallanes, que eso ya sería un chiste-, a menos que se sea abonado o se tenga la dicha de estar entre los elegidos que tenían la página de tuticket abierta en el preciso momento en que empezó la mico-mini-nano-venta de entradas por allí. Cualquier cosa diferente a eso implica caer en manos de la reventa.

La experiencia de hoy en la tienda de los Tiburones de La Guaira en Los Palos Grandes fue significativa. Pensando que iba lo que se dice cómodo, llegué a ésta a las 5:50 AM y para mi sorpresa la cola ya estaba por la arepera de la esquina. ¿Quéeeee? ¿5:50 AM y ya hay 200 personas adelante? Sí, 5:50 AM y ya había unas doscientas personas adelante. ¡Vaya si no se debe subestimar la capacidad de madrugar que tiene el venezolano!

Como en una típica cola venezolana, en la que además todos éramos una especie de sufridas víctimas del sistema de ventas, pasada la media hora todo eran conversaciones y quejas grupales. Los expertos en hacer colas ya podían distinguir a los revendedores entre los primeros de la nuestra, y se quejaban amargamente de que no había forma de controlarlos: “Son una mafia”, decían. Otros, con experiencias tan o más amargas, se referían a las colas hechas en días pasados con infructuosos resultados: “No vale, yo la otra semana estaba por allá adelante y no pude comprar, desde acá menos”. Al final todos teníamos la sensación, por no decir convicción, de que no íbamos a conseguir nada, pero allí seguimos.

A las 9:20 AM, cuando ya llevábamos en cola 3 horas y media, fue que abrió la tienda. Hubo al principio algunos conatos de peleas por allá adelante, el típico que yo sí estaba, que tú no estabas; que me guardaron el puesto, que aquí no se guarda; que esto, que lo otro. Desafortunadamente, la apertura –que no aperturación, como se ha puesto de moda entre algunos- de la tienda no significó alivio alguno a nuestros males: el proceso de compra era lentísimo y, además, decían los de adelante, estaban metiendo gente –revendedores- que no estaba en la cola, todo ello bajo la mirada silente y cómplice de, ¡sorpréndanse!, Poli-Chacao –sí, sí, la de los agentes que van en bicicleta, usan cascos que parecen hongos y tienen pinta de decentes-.

Total que a las 11:30 AM, ya con cinco horas y cuarenta minutos de cola, repito y en números para que sea más gráfico y se entienda, 5 H 40 MIN de cola, y un desorden a la entrada de la tienda, decidí irme. ¡Ni que fuera la final!

Hechas las diligencia del día volví a pasar a eso de las tres y piquito por la tienda. Para mi sorpresa el pana que estaba delante de mí todavía no había comprado y tenía como cuarenta personas adelante. Me contaba, entre lo cómico y lo trágico, que ya los revendedores habían empezado a pasar por la cola ofreciendo entradas y, en un tono burlista, le decían a la gente que o se las compraban o tendrían que ver el juego por la tele, ya que en la tienda no iban a conseguir. Paralelamente, por la  salida a la 4º AV del Metro de Parque del Este se podían ver, según radio pasillo, a los Poli-Chacao vendiendo sus entraditas a un precio nada justo.

Después de todo lo relatado, ¿queda alguien que piense que existe algo más difícil que conseguir una entrada pa´un Caracas-La guaira? Lo-du-do.

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